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Archivos mensuales: octubre 2020

Apuntes sobre el periódico Granma en su aniversario

12 lunes Oct 2020

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Periódico Granma

De izquierda a derecha, Gustavo Robreño, Lino Oramas, Silvestre Pérez, Jacinto Granda y Guillermo Cabrera.

Recientemente se han celebrados los cincuenta y cinco años del diario cubano Granma, que desde 1965 es el periódico más importante del país. Me parece buena ocasión para dejar constancia de los bonitos recuerdos de los años que trabajé allí en la década de los noventa. Esta crónica es un homenaje a mis compañeros de trabajo de entonces, a los que continúan y a los que desafortunadamente han dejado de estar entre nosotros. Empiezo por Jacinto Granda, director, al que recuerdo como hombre honesto, fiel, noble y generoso.  Gustavo Robreño, un gran periodista, con mucha experiencia en la información internacional. Guillermo Cabrera, muy buen profesional, entusiasta y sobre todo, excelente amigo. Yo era el más inexperto en el equipo de dirección, porque aunque era licenciado en periodismo, nunca había ejercido el oficio. En general fue una época en que ese colectivo reunía a muchos de los mejores periodistas del país, los mejores fotorreporteros, diseñadores y un estupendo staff de asistentes y trabajadores administrativos.

Transcurrían los acontecimientos del derrumbe del campo socialista en Europa con las conocidas consecuencias devastadoras para la economía de Cuba que dieron lugar al bautizado como período especial.

No se me olvidan las madrugadas interminables, soñoliento, esperando que Gabino trajera del taller las pruebas de páginas que salían para hacer las ultimas revisiones, las tertulias con los periodistas, jefes de redacciones o los visitantes, como ocurría casi a diario con Manuel Piñeiro, célebre comandante de la guerra insurreccional contra Batista y después fundador del Ministerio del Interior y cabeza visible de los contactos de Cuba con disímiles movimientos revolucionarios de América Latina. Para algunos, un diablo, para mí un hombre interesantísimo, sencillo, culto y muy cercano. Y como no, la visita que nos hizo Fidel Castro una noche de febrero de 1993 cuando nos disponíamos a publicar las biografías de los candidatos a diputados a la Asamblea Nacional (Parlamento), de la IV Legislatura. Tendré siempre en mente aquella conversación en la oficina de la dirección entre Fidel, sus acompañantes y los que estábamos preparando la edición. Hasta ese momento pensaba que Fidel hablaba alto, como lo hacía en sus interminables discursos en la radio y la televisión, pero aquel día vi un Fidel hablando casi en murmullo, lo que obligaba a estar muy atentos para escucharlo.  Se interesó por el contenido de las biografías de los candidatos y la ubicación que tendrían en el periódico.

La vida de una redacción es la mejor universidad de periodismo que existe.

Fueron años duros, muy duros en todos los sentidos. La crisis económica obligó a cambiar el formato del periódico, reducir al mínimo su tamaño e incluso en algún momento a disminuir los días en que salía. No había dinero para comprar papel en el extranjero y se optó por utilizar el papel que se producía nacionalmente a partir del bagazo de la caña de azúcar. Amarillento, feo y con gramaje impropio.  

Los corresponsales de las provincias muchas veces tenían que utilizar los autobuses de línea o vuelos comerciales para enviar sus materiales gráficos a La Habana, eran tiempos en que ni soñábamos con internet. Recuerdo que, en alguna fecha anterior, no recuerdo el año, estando en otras tareas relacionadas con la prensa, tuve una vivencia muy especial al encabezar un grupo de reporteros gráficos que cubrieron unas concentraciones multitudinarias que se produjeron el mismo día en todo el país. Se utilizó un avión militar AN 26, que no tenía asientos como en los vuelos comerciales, sino banco que seguramente utilizaban los paracaidistas. Salimos del aeropuerto militar de Baracoa, al oeste de la capital al amanecer de la fecha señalada, directamente hacia Guantánamo, después a Santiago, Holguín, Camagüey, así en varias ciudades hasta retornar a La Habana. Con la mala suerte de que después de todo ese periplo, con múltiples aterrizajes y despegues, todos medio mareados, llegando a La Habana, se nos atravesó una turbulencia y más de uno recibimos un porrazo de una cámara o un trípode que volaba por el aire. 

No había combustible para casi nada, incluso para los coches (carros) que prestaban el servicio de las coberturas en la capital. Nos facilitaban la compra de bicicletas para movernos del periódico a nuestras casas, porque el transporte público era imposible. Recuerdo la mía. Era una bici china que pesaba como una piedra, sobre todo cuando después de la madrugada tenía que atravesar la Plaza de Revolución y subir la cuesta de Paseo hasta la calle 21.

Dos de mis hijos eran pequeños, yo llegaba al amanecer a casa y muchas veces no los venía porque marchaban temprano para la escuela. Tal vez el mayor sacrificio, en este periodo, fue éste, la conciliación familiar y el contacto con los amigos. Cuando trabajamos de día no valoramos suficientemente el sacrificio que significa el trabajo de noche. 

No voy a hablar de contenidos, de política editorial y de más cosas que pudiera, solo quiero en estas líneas resaltar el valor humano de aquel colectivo de profesionales, la entrega de las personas cuando hacen un trabajo importante y que su motivación es honestamente una utopía por el mejoramiento humano. Soy de los que piensa que vale la pena.

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El emigrado que recibía una rosa amarilla, cada semana

03 sábado Oct 2020

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En estos días fue muy comentado en las redes sociales un Tweet del doctor Eduardo López-Collazo en el que reivindicaba el rol de los inmigrantes en la sociedad española, como respuesta a la presidenta de la Comunidad de Madrid que poco menos culpaba a los inmigrantes por su modo de vida como causantes de la amplia difusión del coronavirus en los barrios humildes de la capital. Su Tweet decía: “Soy un inmigrante, dirijo uno de los centros de investigación más importantes de la CM (Comunidad de Madrid), he escrito un libro para que entendamos la Covid-19, dirijo un proyecto para acabar con la pandemia, soy un defensor de la mascarilla… ¿algo que objetar sobre mi modo de vida?” 

Me pareció tan sugerente la respuesta que me puse a indagar sobre el autor. Es cubano, afincado en España, físico nuclear, doctor en Farmacia, investigador y divulgador científico. Graduado en las universidades de La Habana, la Complutense de Madrid y con estancias postdoctorales entre otras, en centro de muy alto nivel científico en Alemania, en el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de España y en Estados Unidos. Desde hace siete años es Director Científico del Instituto de Investigación del Hospital Universitario La Paz, uno de los más grandes de Madrid.

Con toda esta información no pude resistirme a entrevistarlo para cubaclaroscuro.com y aquí les dejo lo que me ha dicho. No incluyo mis preguntas, quiero aprovechar el espacio con sus respuestas:  

“Soy de un pueblo llamado Jovellanos, sí, igual que el humanista y filósofo asturiano. Pero en realidad, y esto casi nadie lo sabe, nací en Matanzas que es la capital de la provincia donde se encuentra el pueblo donde crecí. Mis primeros años transcurrieron allí, es un sitio medio perdido de la geografía cubana con mucho polvo «colorao» al que yo era alérgico ¡Te puedes imaginar! En Jovellanos soñaba constantemente, leía como un endemoniado, monté un laboratorio en el cobertizo que teníamos en casa y un observatorio en la azotea. Maté a un centenar de lagartijas en fallidos intentos de hacer un trasplante de corazón, construí un sistema para encender y apagar la tele a distancia… y así, hasta que terminé los estudios secundarios y pude irme a La Habana a estudiar Física Nuclear.

“Mi inclinación por la ciencia no fue una inclinación… nací ya orientado (risas). Contaba mi madre que a los ocho años dije claramente que estudiaría Física Nuclear. El primer libro que me leí, a una edad que no te voy a decir porque no me creerás, fue una biografía escrita para niños de Madame Curie. Creo que aquello me marcó de por vida. Luego vinieron otros referentes: Albert Einstein, Darwin… Mas todo no fue ciencia en mi infancia y juventud jovellanense, como te dije, leía como un condenado y eso me abrió los ojos a un mundo diferente, al arte, la historia y, principalmente, a la literatura. Empecé a escribir y desde entonces no he parado de hacerlo. Debo decirte que todo esto fue posible por la existencia de una persona: mi madre. Crecí en una familia sin grandes recursos intelectuales, pero ella me proporcionó los medios para que yo buscara, investigara, rompiera el cascarón. Todo eso envuelto en un amor infinito. ¿Sabes que hasta su muerte me escribía un diario que mandaba cada semana con una rosa amarilla por correo? 

“Cuando cursaba el tercer año de la carrera, hablo de Física Nuclear, tuve una crisis de identidad. Hasta el momento habría creído en el proyecto de país que tenía Cuba. Reconocía sus defectos, pero los minimizaba frente a las virtudes. Estudiar filosofía en la universidad me hizo pensar que algo fallaba entre el relato y la realidad. Me percaté que aquello no tenía sentido para mí, que el «hombre nuevo» no existía. Entonces apliqué la máxima de un escritor que se usó para una serie popular cubana «en silencio ha tenido que ser, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas». En ese momento vi con claridad que mi futuro no estaría en la isla metafórica que es Cuba. Luego las cosas se precipitaron, me gradúe, tuve problemas para encontrar trabajo porque se me ocurrió defender una injusticia, luego me dieron trabajo, logré salir con una beca española y, al abandonar el aeropuerto habanero, sabía que no regresaría más.

“Mi experiencia ha sido magnífica aquí, quizá esto vino ayudado por el hecho de que mi pregunta inicial fue: ¿Qué puedo aportar yo a España? e inmediatamente España empezó aportarme cosas maravillosas: posibilidades de formación, una cultura rica, libertad de pensamiento y acción… Llevo más de la mitad de mi vida en este país. Ya soy uno más y me permito criticarlo para que sea mejor. No es perfecto, está lejos de serlo, pero es magnífico. 

“Me fui de Cuba hace 26 años. Desde entonces, dejé de vivir allí. Vivo aquí. Me sigo informando de lo que ocurre, pero no estoy obsesionado con la evolución de la isla. Me hicieron la vida imposible muchas veces. Para poder seguir adelante, felizmente, mi receta fue alejarme. Si alguien no te quiere como eres, si alguien no quiere que aportes lo que sabes y puedes… ese alguien no se merece tu atención. Por supuesto que vivo orgulloso de mis raíces, de mi origen… me gusta bailar, me encanta la literatura que se pare en aquel sitio, el arte que se genera y hasta ahí llego.

“Me propongo seguir investigando en metástasis y sepsis… y si cae el Nobel, bienvenido sea (risas). Continuaré estudiando, ahora me ha dado por aprender chino. Proseguiré escribiendo, ya llevo tres libros y he empezado el cuarto, todos son de divulgación científica, pero la novela llegará. Seguiré aplicando mi máxima, la forma que define mi cubanía: «… ser cubano significa no dar importancia a los obstáculos, los saltas y se acabó el drama” 

Hasta aquí la entrevista.

Como es natural, la percepción de la realidad cubana dentro de la emigración es muy diversa, también los motivos y el destino de cada cual. En esto comprendo muy bien a Eduardo en su amor por El Principito, del que colecciona ediciones en más de 200 ejemplares en varios idiomas, tal vez para responder, con su experiencia vital, que las estrellas se iluminan con el fin de que algún día, cada uno pueda encontrar la suya.

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